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Nos unimos con fuerza al grito de todas las mujeres que alzan su voz y denuncian los abusos y el acoso machista.
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No pueden tolerar el machismo y el abuso contra las mujeres los partidos y representantes políticos que hacen del feminismo y la igualdad su bandera.
La fulminante dimisión del portavoz de Sumar, rodeado de sospechas y denuncias (12 anónimas y una con nombre) por acoso sexual y mal trato a las mujeres, vuelve a poner sobre la mesa los graves efectos que produce la cultura del machismo que se resiste a desaparecer.
El comportamiento depredador masculino, se llame como se llame, existe en todos los ámbitos y niveles de nuestra sociedad y la política tampoco está libre de ello. Como denunciamos desde las organizaciones feministas, el acoso sexual y por razón de sexo es una realidad cotidiana ejercida, en palabras de Gisèle Pelicot, por un marido estupendo o un vecino ejemplar.
Los políticos deberían dar ejemplo de actitudes limpias y decentes, pero, desgraciadamente, vivimos un tiempo en el que la ejemplaridad pública brilla por su ausencia.
Iñigo Errejón ha sido uno de los dirigentes más importante de la izquierda en los últimos años. Hoy, sus discursos y declaraciones contra la violencia machista resuenan como una gran burla al conjunto de las mujeres, culminada por una total ausencia de reconocimiento y disculpa a las mujeres afectadas en su despedida.
“Es el machismo, estúpido!”
No es el neoliberalismo, ni son los trastornos mentales -sobre los que Errejón tiene mucho elaborado- la explicación a un comportamiento a todas luces intolerable, es el machismo arraigado culturalmente en nuestras sociedades y que todavía disfruta de una gran impunidad.
La Fundación Mujeres urge a los partidos políticos a poner en marcha los mecanismos necesarios para prevenir, controlar y depurar el machismo en sus organizaciones. No asumir en primera persona la responsabilidad de la erradicación de la violencia y los comportamientos discriminatorios machistas contra las mujeres dando cobertura a conductas de quienes sabemos que se creen impunes, es un daño contra los derechos de las mujeres. Pero es también un daño sobre la credibilidad del feminismo cuando se produce en partidos que hacen del feminismo y las políticas de igualdad su bandera.
Más allá de los presuntos delitos que haya podido cometer Errejón, el compromiso con la libertad y la dignidad de las mujeres, así como una moral pública sana, exigen erradicar esta masculinidad tóxica incompatible con un proyecto de igualdad entre los hombres y las mujeres.
Y esta exigencia apela y señala, particularmente, a los representantes de la ciudadanía.
Las mujeres víctimas de violencia, acoso y abusos, a pesar de las dificultades que enfrentan, van a seguir denunciando y alzando su voz a la que nosotras nos unimos con fuerza.