Su último deseo lo pronunció en voz alta y con voz muy clara, y aún ya cercana a la muerte, con esa sonrisa permanente y pelirroja que era parte de su identidad:
“Que el feminismo sea declarado patrimonio inmaterial de la humanidad”.
Esas palabras quedarán en nuestra memoria junto a muchas otras declaraciones, que ayudaron a que este país, que llegaba de una negra noche, empezara junto a ella y otras grandes mujeres, a construir un mundo, un país donde fuera posible la igualdad. Y así fue construyendo, siendo ella misma, invitándonos a querernos y también a saber y asumir nuestras contradicciones.
“Nos queremos, nos envidiamos, nos compadecemos, nos enfadamos, nos prestamos a la confidencia, nos apoyamos, competimos, nos divertimos y aprendemos juntas” escribió Carmen Alborch en su libro Malas. Ningún tema sobre las mujeres le fue ajeno, y desde todas las disciplinas que toco, las mujeres, ellas, las invadieron con su mirada. Y digo las mujeres en plural pues siempre favoreció el encuentro para que las voces múltiples de todas nosotras, con sus diferencias y complicidades fueran “oídas y respetadas”.
Franqueza intelectual y acción política tejidas siempre, desde la curiosidad que da la vida y la riqueza afectiva, que se traducía en saber escuchar a la otra y al otro. El feminismo estaba trenzado en su vida, en su hacer.
Carmen la Doctora en Derecho, la Profesora Universitaria, la Directora de Cultura de la Generalitat, La Directora del IVAM, la Ministra, la Diputada, la Senadora, la socialista, la escritora, pero sobre todo la gran mujer, que marcó una época y que ayudó a nombrar sin miedos la palabra feminismo, la palabra MUJERES.
Carmen era una de esas mujeres que, como dice una amiga, cuando entraba en una habitación movía el aíre. Y removió conciencias y corazones. Nos ayudo a ser mejores, a entendernos mejores, solas, malas y libres.
Decía siempre que “las mujeres que fueron también forman parte de nosotras mismas” y lo escribió en su libro Malas con palabras de la poeta Gioconda Belli:
Mujeres de los siglos me habitan:
Isadora bailando con la túnica,
Virginia Wolf, su cuarto propio.
Safo lanzándose desde la roca,
Medea, Fedra, Jane Ayre,
Y mis amigas…
Y Carmen Alboch, in memorian, que ya forma parte de nosotras.
Os animamos a todas a participar en los actos de homenaje que sin duda se celebrarán en memoria de esta extraordinaria mujer.